lunes, 28 de mayo de 2012

Con la guardia baja

Julieta.- Hola. Vamos hasta la guardia del Hospital Italiano por favor, la entrada que está por Perón.
Chofer.- ok.
Tarde casi dos horas en lograr que se levantara de la cama. Pareciese  que ir a un doctor no entraba en sus costumbres, así que comencé una serie de preguntas: ¿hace cuanto que no vas?, ¿te da miedo?, y de golpe le pregunté: ¿Que obra social tenes?, se recogió el pelo y me dijo con una voz muy tranquila: ¨No tengo. Quiero esperar a tener el carnet con mi nombre y apellido correcto. No quiero tener una credencial que no diga quien soy realmente¨. Trague saliva  y seguí con mi actitud de pesado tratando de convencerla de ir al medico. Durante esas vueltas que daba antes de salir, me pidió alrededor de cuatro o cinco veces que me vaya, con la excusa de que  podía arreglarse sola. Algo estaba pasando y no me daba cuenta.  Comencé a pensar, ¿que podía tener de malo ir a ver un doctor?
De la mano de un dolor en la boca del estomago, en ese momento de debilidad que tienen los cuerpos, el miedo estaba dando vueltas alrededor de Julieta. Fuimos a el hospital Italiano , donde no la vio ningún doctor, en cambio fuimos observados por señoras y señores que a pesar de estar esperando ser atendidas de urgencia, estaban en condiciones de clavar sus miradas en ella, como si mirar intensamente los llenara. El tiempo me enseño que el cuerpo habla y que existe un lenguaje que no se explica: las ¨miradas¨. Nos atendieron tres pibes, que se pisaban entre si al hablar, que si, que no, que hay turno, que no hay, que la consulta es cara y bla bla. Nos fuimos al Hospital Durand. La guardia estaba colapsada de gente. Las miradas disminuyeron. Las imágenes que regala una guardia cómo la del Durand parecen  extraídas de una película de Trapero. Al cabo de media hora Julieta estaba hablando con mitad de la guardia. Habían pasado casi tres horas de espera, estaba parado y tenía la cabeza apoyada contra la puerta. Me quedé con una sonrisa mirando como se integraba dándole charla a dos señores mayores, cuando noté que se le transformo la cara, elimino su sonrisa y cerró la boca. Me acerque y le pregunté que había pasado. Imagine por sus expresiones que algo había sucedido. Me respondió con voz firme, como para hacerse escuchar bien.- ¨Los señores me dijeron que la culpa de la demora es por que atienden muchos bolivianos y paraguayos, y cómo no estoy en condiciones de discutir no les hable más¨
En los dos centros de salud sentí algo similar. Por las características, eran lugares para hacer algo concreto, atender una necesidad, una urgencia. A veces parece que la principal urgencia se encuentra en dividir, separar y marcar las diferencias. ¿Si no por qué no relajarse?

1 comentario:

  1. jajajajaa Buenisimo!! Aunque cada uno lo vivió de una manera diferente, esta bueno los puntos que tuviste en cuenta para redactar. Me sorpredio que hayas tenido en cuenta ciertos detalles: Gracias por estar ahí, TKM ♥

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