viernes, 10 de abril de 2015

Santx Sida

Camino por calles teñidas de otoño pensando en otros tiempos. El barrio se vuelve melancolía cargada de información. Vivo a unas cuadras del lugar donde funciono el Pozo de Banfield,  ex Centro de Detención, Tortura y Exterminio. Intento no quedar atrapado en la conciencia de los que ya no están pero preciso embriagarme de imaginación sentado en su puerta. La mañana florece trayendo la seguridad de que un día más voy a poder soñar pero tengo que volver  a tocar la herida para sentir la realidad. Que soy un ser libre y puedo decir todo lo que pienso mientras otros perdieron su voz hace mucho tiempo.

Regreso a casa y las noticias hablan de una reunión de Bergoglio con un científico anunciando ayuda económica del Vaticano para eliminar el sida. Entonces me pregunto si el Dr Montaner le cuestionó a la "Santa Sede" su posicionamiento con respecto al uso del preservativo. ¿Qué hace el que busca la cura con un estado productor de armas y promotor del no uso de métodos anticonceptivos?. Entiendo el abismo que existe entre buscar una cura y eliminar el virus. En esa diferencia están los cuerpos.Pensaran tal vez que el virus habita en el interior de millones de personas en el mundo y que es un ejercicio quererse así. Que exponer la temática en primera persona es porque “Lo personal es político”. 

Intento romper las cuerdas que me atrapan en la información de las estadísticas mal interpretadas por médicos que quieren darle pastillas incluso a las personas que no viven con VIH. Dicen que es para prevenir cuando en realidad es para colonizar. Piensan que uno toma caramelos todos los días, que no existen efectos secundarios, que no existe la lipodistrofia, se nota que no los toman ellxs. Piensan que el control del virus debe recaer sobre la sociedad civil. Estoy alejado de comprender a la comunidad médica y científica.

No quiero perder más tiempo interpretando estadísticas y leer noticias que esperan milagros. Quiero que el milagro sea despertar cada día y encontrar un motivo para sonreír por más que se me caigan lágrimas de injusticia por tanta realidad.