miércoles, 29 de octubre de 2014

AMÁRMOL

Domingo por la tarde camino a casa de Fa y Nacho que se mudaron a José Mármol recientemente. Ellos son novios. Fa es amigo, de más pibes nos fuimos cruzando por los senderos del sur. Nacho es el novio de Fa y una persona que lo hace muy feliz y lo banca, razones más que suficientes para tenerle cariño. Bajé en la estación de trenes de Mármol. Caminé algunas cuadras, pensé que es de ratón caer con las manos vacías  ¿unas facturas o algo dulce de panadería? ¿O sería mejor un vino? la excusa de reunirse era proyectar “Tiro de Gracia” de Ricardo Becher, y habría mezclas de sonidos en vivo de manos de mostras amigas. Conociendo el paño opté por vino tinto.

Fa me recibió con un abrazo, me hizo un mini recorrido para conocer su nuevo hogar y me llevó a saludar a su amor. Pasé por distintos lugares de la casa charlando y tomando algo. Me sorprendió la buena energía y lo hermoso del lugar. Después de unos minutos me vi en el patio armando uno mientras debatíamos cosas que no recuerdo, había un poco de viento cuando debajo de las enredaderas del patio lo vi pasar, no me di cuenta en ese momento pero si hoy puedo invocar todo este recuerdo es porque no creo en las casualidades.

Cada cuarto encerraba un ambiente. En la habitación de Fa había un piano que era de la pareja de vecinos que habitaban antes la casa, sumado a unas luces tenues de veladores que creaban un clima intimista. La proyección comenzó en la pared blanca a la derecha del piano. Antes de eso llegó el momento de la presentación de la peli y ahí apareció Gonzalo. Tenía unos jeans gastados, parecía nervioso y hablaba seguro acerca de la película, al terminar la presentación casi como sin querer me detuve en su sonrisa, en la forma en que hablaba y lo que me producía, era como volar, soñar despierto. No aguanté toda la peli. Apenas unos minutos después estaba camino a Banfield nuevamente. Ese domingo me acosté temprano y me dormí muy tarde. No entendía muy bien pero algo estaba pasando.

Pasaron unos días hasta que comenzamos a hablar por Facebook. Siempre me pareció que existe un exceso de levante en las redes sociales, el acceso a la tecnología colabora a eso. Hay más aplicaciones para que hombres tengan sexo con hombres que para que dos personas se amen. Es difícil que triunfe el amor cuando no se valoran los cuerpos, el cuidado, la construcción entre dos personas más allá del tiempo, más allá de lo efímero. Entonces me parecía cliché estar hablando por Facebook con el dueño de esa sonrisa de domingo. De cualquier forma un cliché es un estereotipo y como tantos otros tenía que romperlo.

Era miércoles y la oficina estaba transitada debido a que teníamos un acto en el salón Montevideo por la tarde, motivo por el cual los premiados desfilaban nerviosos recitando sus parlamentos. La cita era en la puerta del Farmacity cerca de mi trabajo en la legislatura, ahí sobre la calle Perú. En esa esquina nos dimos el primer abrazo con apenas conocernos, fue largo y hermoso. Caminamos hacia constitución charlando, me fue abrazando, poniendo la mano sobre mi hombro, me sentí feliz quemando unas secas en la plaza vigilando que los gorras de la metropolitana no se pongan pesados. En el tren fuimos charlando de películas, de nuestras familias, de nuestros trabajos y de lo que nos gusta hacer a cada uno. Hay muchos puntos de unión en lo que nos gusta. Al cabo de unos minutos me sorprendió que nos tomáramos de la mano con mucha naturalidad, de ahí en adelante todo fue ternura. Cuando llegamos a Temperley bajamos del tren y nos metimos en una pizzería, la pizza no estaba muy buena, la birra fría si y su sonrisa y ojitos brillosos mucho más. Era una noche de superclásico futbolístico, yo no cazo un fulbo pero ese día descubrí que me divierte aprenderlo de su boca, aprender todo, incluso lo que no lleva palabras.

Esa noche la unión de los cuerpos fue tan fuerte que sentí que flotaba por el aire de emoción. No hace falta una noche de sexo furioso para despertar el corazón, bastaron abrazos, besos y sentir.  Preso de la vigilia agradecí a la pacha y me quedé dormido sobre su pecho.