Domingo por la
tarde camino a casa de Fa y Nacho que se mudaron a José Mármol recientemente.
Ellos son novios. Fa es amigo, de más pibes nos fuimos cruzando por los
senderos del sur. Nacho es el novio de Fa y una persona que lo hace muy feliz y
lo banca, razones más que suficientes para tenerle cariño. Bajé en la estación
de trenes de Mármol. Caminé algunas cuadras, pensé que es de ratón caer con las
manos vacías ¿unas facturas o algo dulce de panadería? ¿O sería mejor un
vino? la excusa de reunirse era proyectar “Tiro de Gracia” de Ricardo Becher, y
habría mezclas de sonidos en vivo de manos de mostras amigas. Conociendo el
paño opté por vino tinto.
Fa me recibió
con un abrazo, me hizo un mini recorrido para conocer su nuevo hogar y me llevó
a saludar a su amor. Pasé por distintos lugares de la casa charlando y tomando
algo. Me sorprendió la buena energía y lo hermoso del lugar. Después de unos
minutos me vi en el patio armando uno mientras debatíamos cosas que no
recuerdo, había un poco de viento cuando debajo de las enredaderas del patio lo
vi pasar, no me di cuenta en ese momento pero si hoy puedo invocar todo este
recuerdo es porque no creo en las casualidades.
Cada cuarto
encerraba un ambiente. En la habitación de Fa había un piano que era de la
pareja de vecinos que habitaban antes la casa, sumado a unas luces tenues de
veladores que creaban un clima intimista. La proyección comenzó en la pared blanca
a la derecha del piano. Antes de eso llegó el momento de la presentación de la
peli y ahí apareció Gonzalo. Tenía unos jeans gastados, parecía nervioso y
hablaba seguro acerca de la película, al terminar la presentación casi como sin
querer me detuve en su sonrisa, en la forma en que hablaba y lo que me
producía, era como volar, soñar despierto. No aguanté toda la peli. Apenas unos
minutos después estaba camino a Banfield nuevamente. Ese domingo me acosté
temprano y me dormí muy tarde. No entendía muy bien pero algo estaba pasando.
Pasaron unos
días hasta que comenzamos a hablar por Facebook. Siempre me pareció que existe
un exceso de levante en las redes sociales, el acceso a la tecnología colabora
a eso. Hay más aplicaciones para que hombres tengan sexo con hombres que para
que dos personas se amen. Es difícil que triunfe el amor cuando no se valoran
los cuerpos, el cuidado, la construcción entre dos personas más allá del
tiempo, más allá de lo efímero. Entonces me parecía cliché estar hablando por
Facebook con el dueño de esa sonrisa de domingo. De cualquier forma un cliché
es un estereotipo y como tantos otros tenía que romperlo.
Era miércoles
y la oficina estaba transitada debido a que teníamos un acto en el salón
Montevideo por la tarde, motivo por el cual los premiados desfilaban nerviosos
recitando sus parlamentos. La cita era en la puerta del Farmacity cerca de mi
trabajo en la legislatura, ahí sobre la calle Perú. En esa esquina nos dimos el
primer abrazo con apenas conocernos, fue largo y hermoso. Caminamos hacia
constitución charlando, me fue abrazando, poniendo la mano sobre mi hombro, me
sentí feliz quemando unas secas en la plaza vigilando que los gorras de la
metropolitana no se pongan pesados. En el tren fuimos charlando de películas,
de nuestras familias, de nuestros trabajos y de lo que nos gusta hacer a cada
uno. Hay muchos puntos de unión en lo que nos gusta. Al cabo de unos minutos me
sorprendió que nos tomáramos de la mano con mucha naturalidad, de ahí en
adelante todo fue ternura. Cuando llegamos a Temperley bajamos del tren y nos
metimos en una pizzería, la pizza no estaba muy buena, la birra fría si y su
sonrisa y ojitos brillosos mucho más. Era una noche de superclásico
futbolístico, yo no cazo un fulbo pero ese día descubrí que me divierte
aprenderlo de su boca, aprender todo, incluso lo que no lleva palabras.
Esa noche la
unión de los cuerpos fue tan fuerte que sentí que flotaba por el aire de
emoción. No hace falta una noche de sexo furioso para despertar el corazón,
bastaron abrazos, besos y sentir. Preso de la vigilia agradecí a la pacha y me quedé
dormido sobre su pecho.