miércoles, 14 de septiembre de 2011

El católico devaluado

Teniendo en cuenta el porcentaje de católicos, religión de la cual se creía que eran una gran
mayoría, a tal nivel que en algún momento llegaron a intimidar a mucha gente, el tiempo nos
está demostrando que cada vez son menos las personas que promueven una religión que no se
adecúa a las necesidades de la sociedad que va cambiando, aceptando concepciones nuevas de las
palabras amor, familia, respeto e igualdad.
Ya no hace falta que llegue el frío invernal para darnos cuenta de que en ese lugar sagrado de
costumbres, donde los domingos por la mañana comienzan una serie de rituales comprendidos en
dejar un diezmo y repetir en cada ocasión “Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran CULPA”.Estos
lugares se encuentran presentes en cada barrio pero en ellos ya no se ve la misma cantidad de
personas que hace unos años atrás. Ya lo decía Nietzsche en sus palabras exageradas, cargadas
de verdad y odio hacia un sentimiento tan amplio como LA CULPA. Las viejas estirpes se sentían
deudoras de sus antepasados, y para pagarles su deuda (esto es, para redimir su culpa) les
ofrecían sacrificios. Cuanto mayor era la deuda, tanto más poderes representaban los dioses.
Cuando se considera que la deuda es impagable, llegan los dioses a su máxima altura, al Dios único
y omnipotente. Por eso, el ateísmo consiste en no tener deudas con los dioses. Es una segunda
inocencia, una vuelta a la existencia pre-teológica.
Respetando esta idea exagerada, pienso que ninguno de los dos extremos es correcto. Tanto
el fanatismo que produce Dios y les pregunto a todos ustedes ¿quién no recibió un volante
o fue parado en la calle por uno de sus representantes? Con una Biblia en la mano, vestidos
correctamente y con una sonrisa dulce, siempre quieren ofrecerte de corazón su fe. Esto, el
traspaso de sabidurías, no tiene nada de malo. Pero si no se cree en eso es una pérdida de tiempo
que puede ser contestada amable y cordialmente con un: ¡No, gracias!
Las variaciones de religiones crean una amplia diversidad en la comunidad Argentina. A pesar de
esto, así como contar con una política de inmigración abierta que nos permite conocer, recibir
y aprender de nuestros vecinos, hubo épocas donde se puso a la sociedad entre la espada y
pared a tomar una postura acerca de qué lado estar, si del discriminador o el integrador. Llamo
discriminador a todos los que promovieron insultos por color de piel, nacionalidad, sexualidad
o clase social. Llamo integrador a todo aquel que al escuchar a un discriminador se puso a
concientizar con la palabra de que no se debe hacer ese tipo de diferencias para poder evolucionar
como sociedad.
Hace pocos días me puse a ver uno de esos tantos videos de YouTube en los que se pueden
reproducir los dichos de famosos actores, periodistas y políticos. Puse play pudiendo escuchar
una “sarta” de comentarios xenófobos y reaccionarios hacia los hermanos latinoamericanos que
viven bajo el cielo que nos toca y elegimos. Ellos también lo eligen y por solo tener un color de
piel que no eligieron o por venir de un país con menos trabajo, se los discrimina. A más de uno
le sorprenderá escuchar lo que es ser peruano/boliviano/paraguayo, etc. y estar viviendo en la
Argentina. Está sociedad es la que no te quiere caminando por su misma vereda. Es la que te hace
sentir mal por cosas que no tendrían que importarte. Así, esta sociedad impide el desarrollo de
cada individuo. Logra producir un hartazgo en algo tan simple como lo es enfrentar el día a día.
Cada uno de nosotros conoce las formas de exclusión cuando no se quiere a alguien por la esencia
destructiva del ser que tiene por bien dividir, separar, para así formar parte de lo mejor (el creerse
mil).
El video me dejó una serie de sentimientos que replantean la visión de la sociedad en la que
estoy viviendo, pero al terminar, con un vacío de reacción física pero no mental, se me ocurre
bajar con el cursor del mouse para leer los comentarios de los usuarios… y ahí estaba esa libertad
de expresión en su máximo esplendor…festejando la ignorancia, dando palabras de aliento
a sus íconos discriminadores que se permiten decir “SIDOSO DE MIERDA”, que se permiten
decir “SON LAS PROVINCIAS QUE NO CUENTAN CON UN VOTO PENSANTE” (refiriéndose a una
elección legislativa), que se permiten decir “BASTA DE DERECHOS HUMANOS” (cuando desde
hace apenas unos años los chicos crecen aprendiendo este concepto), que se permiten decir “LOS
CARTONEROS REVISAN LA BASURA DE LA GENTE”, que se permiten decir “MANO DURA”, como
si el pasado no nos hubiese enseñado nada. Yo me permito decir que nunca estuve en contra de
la Iglesia sino del folklore que tiene detrás, en las familias que quieren que sus hijos entren en los
parámetros de normalidad de un grupo que no quiere ceder que las necesidades de una sociedad
evolutiva son cambiantes. “Se puede devaluar pero no desaparecer” me dijo un amigo. NO quiero
que desaparezca, sino que acepten las diferencias, el amor y cada una de las personas como
realmente son y, en el proceso de aceptar esto, educar con tolerancia, respeto y humanidad a sus
hijos para que cada vez sean menos los que festejen la mano dura, la muerte y la discriminación.

Foto/Ph : Yesica Mastromano