miércoles, 18 de febrero de 2015

14 de febrero

Hoy es el día anual de la teoría de la media naranja. Perdón, es que no creo en amores heroicos, tampoco en príncipes ni princesas. Aprendí que se trata de construir y que es más fácil romper que crear. También que últimamente prefiero sentirme completo con el olor de un libro, con las trasformaciones de un relato o terminar de noche bien tarde con una paja solitaria que me enseñe a quererme así. Sólo.

Despertar la conciencia para desmenuzar el amor romántico que me produjo crecer en los noventa. Ese amor posesivo que dice “mi” chico, “mi” esto y “mi” esto otro. Quiero poder oler cada vez que los celos aparecen y el amor hace malabares frente a un semáforo intermitente. Quiero perderme y encontrarme entre las ganas de explorar el compartir, en ese infinito eterno que tiene abrirse a los ojos, olores, abrazos, oídos, a la boca que se cierra y se abre deslizando palabras que me envuelven invitándome a ser inmensos en las sombras de unas sabanas. Quiero romper la cultura del amor normativo, igualito al de todas y todos, al de la tele, al de los cuentos de la literatura clásica, a ese amor que esta tan lejos de acá. Quiero construir desde la libertad un lugar donde brillen los consensos de las diferencias.

Puedo hacerme cargo de una derrota, de una desilusión, de dar mal las cartas y perder. No es mi deseo que nada me pese, menos ocultar que soy positivo. Al que le guste bien y al que no también. Pero no es ético transformarse en un ser horrible después de que te tiren todos los hilos de seducción posibles, después de que todo sea piropos y dulzura te podes transformar en calabaza con tan pocas palabras. Soy positivo. El lenguaje engaña. El deseo y el cuerpo no.

Estos años de sentimientos sin destino pude ver como dos cuerpos que dormían abrazados comenzaron a desprenderse, día tras día, cena tras cena, película tras película, polvo tras polvo. Pude sentir el olor al miedo, ese que dice que el forro se va a romper. Ese que aparece cuando el amor va haciendo destrezas en la cuerda floja.

Hace unos días me siento afortunado. Tengo nueva casa a la que pretendo transformar en mi hogar, sé que sólo el tiempo hará que eso suceda. No puedo sentirla propia todavía, es muy pronto. Cata, fiel compañera tiene un sector del piso que es su favorito para hacer pis. Es constante la imagen del tacho, del reto, del balde de agua con lavandina para lavar la cerámica.

Y ahora estoy en el patio escribiendo, pensando en que habitar este lugar compartido me hace soñar con un patio sin cerámica y con mucho verde y plantas. En perras y perros. En una familia diversa. En crecer. Al final no hay nada más bello que soñar y eso nunca lo perdí, más bien lo voy encontrando en pequeños momentos, ahí donde me dejo ser para sentir. Debería existir el día del amor.

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