viernes, 15 de junio de 2012

¿O mi sangre no vale?



Ayer se conmemoró el “día del donante de sangre”. En distintos medios se pudo ver como trataron el tema invitando a “toda” la gente a donar, pero hay que ser claros en el mensaje. Hay gente que no puede.
Voy a hablarles del problema que genera a la comunidad LGBT el no poder donar, porque esta medida está estrechamente vinculada a cifras oficiales. En Argentina, por ejemplo, 1 de cada tres personas trans vive con VIH, así como uno de cada 7 hombres gays, en relación a una de cada 250 mujeres. Hay que tener los sentidos despiertos. Comenzar a hablar de los métodos que se utilizan para seguir estereotipando a la comunidad LGBT. Se discrimina la sangre, se estigmatizan los  cuerpos, se cargan de prejuicios las relaciones íntimas y se naturaliza la discriminación para el resto de la sociedad. Esto corresponde a un círculo vicioso que genera directamente el sistema de salud. Una medida que viola explícitamente la Ley Anti Discriminatoria Nro. 23.952. No importa si se tiene ganas de dar vida donando sangre, no importa si tu voluntad es someter tu sangre a controles para ayudar a alguien que está pasando un momento difícil. Hoy siendo hombre a la hora de donar solo importa si tuviste relaciones sexuales con otro hombre.
Prohibiendo la donación de sangre el estado produce un estigma difícil de combatir, una asociación directa a las enfermedades de transmisión sexual para la comunidad gay. De esta forma se  naturaliza la relación SIDA/GAY. Esta concepción  cargada de prejuicios viene de la época  llamada  ¨peste rosa¨, data del 80 y fue un error muy grande de la ciencia, el creer que un virus se manifiesta solo en personas homosexuales; en tiempos como los de hoy, es una aberración. Pero esta asociación sigue y está presente en la prohibición a donar sangre. Ese gran error continúa vivo en el inconsciente colectivo de la sociedad.
ONUSIDA (el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida), alineado a los Objetivos de Desarrollo del Milenio que suscribieron todas las naciones del mundo en 2000, propuso el siguiente objetivo para el año 2015:Reducir el estigma y discriminación hacia personas LGBT y reducir a la mitad la transmisión sexual del VIH en varones gays y mujeres trans en el mundo”.
Me atrevo a pensar que eliminar la prohibición de donar sangre que hoy pesa sobre las personas homosexuales y trans va a repercutir satisfactoriamente en este objetivo planteado. 
Esta semana el legislador Maximiliano Ferraro presentó en la Legislatura porteña un proyecto de ley para modificar la redacción del formulario interrogatorio y el artículo 3 "inciso d" de la ley 3328, Ley de Sangre, en el que se aclare que "al momento de donar no se requerirá información de los/las donantes respecto a su identidad de género, vida personal, sexual, o cualquier información que resulte discriminatoria y/o violatoria del derecho a la intimidad". Resulta imposible no recordar en estos días en los que se comienza a debatir esta problemática que intenta separar a las personas por su sexualidad; las palabras de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans utilizadas para la campaña de matrimonio igualitario: “El mismo amor, los mismos derechos”. A buena hora comienza a tener labor legislativa este tema, pero resulta necesario que obtenga alcance a nivel nacional para promover la igualdad a todos los habitantes del país.

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